Hoy quiero hablar desde la indignación, esa fuerza y brújula poderosa que nos marca que algo es injusto. Mis señales de alarma se han encendido esta semana con tres situaciones que hoy quiero compartirles:
En la primera situación una empresa de consultoría quería ofrecerme un trabajo tiempo completo en el que tenía que construir en 15 días una estrategia de sensibilización para las y los docentes de toda la ciudad sobre perspectiva de género. Les dije cuánto cobraba por eso y el dueño de la empresa dijo: “con eso le pago a dos consultores, usted podrá tener doctorado pero no pagamos por el título sino por la experticia, además yo tengo doctorado y en ningún lado pagan eso que usted pide”. Le dije que mi título no era sólo un cartón sino que representaba experiencia, experticia y conocimiento y no acepté.
En la segunda situación, me ofrecieron dar una conferencia en otra ciudad y que yo podía escoger la fecha. Pregunté de cuánto serían los honorarios y me dijeron que no era remunerado, que me darían un certificado como conferencista. Dije que no y me indigné porque en el mundo académico sé que esto tiene su origen en el sistema de medición de investigadores que da puntos por actividades lo que ha llevado a invisibilizar el tiempo, experticia y las implicaciones que toma dar una conferencia. Siento que ya he dado muchas conferencias gratuitas (de hecho muchas continúan disponibles en línea), pero con la excusa de «debes darte a conocer para cobrar» o «te damos un certificado» se sigue promoviendo que el trabajo intelectual sea demeritado.
En la tercera situación, coincidí con una persona con la que trabajé muchos años en el lanzamiento de una red de la que formo parte con Almademia. Ella iba a presentar un producto de un trabajo que hicimos juntas y que lideré, tan pronto me vio se puso nerviosa pero tuvimos un trato cordial. El hecho es que fue duro para mi ver que usaron las diapositivas que yo hice, que incluso estando las dos conversando se acercaran personas a hablarle de nuestro producto y me invisibilizara. Por supuesto entiendo que por contrato cedí derechos patrimoniales pero no los morales. Y no sólo eso, sino que siento que lo mínimo y respetuoso es valorar el trabajo de otras personas aunque ya no formen parte del mismo entorno laboral. Destacarse invisibilizando el trabajo de otras personas es injusto.
Después de esto tuve momentos de dudas, me dije a mi misma: «¿me estaré perdiendo de buenas oportunidades?», «tal vez si yo fuera menos franca y directa sería más fácil», «¿estaré esperando demasiado de estas personas?», «¿mi trabajo ha sido insuficiente?», «¿y si cobro menos?», «soy yo la que estoy mal, debería adaptarme mejor». Siempre tiendo a cuestionarme mucho pero apartando el autosaboteo concluí: 1. El título no me hace más valiosa que otras personas pero sí demuestra mi habilidad de persistencia, constancia, capacidad de profundizar en el conocimiento, habilidades de lectoescritura, poder innovador, compromiso social y capacidad de gestión económica (esto último lo sabemos muy bien quienes tenemos que endeudarnos para pagar posgrados).
2. Me felicito a mi misma por haber ahorrado de forma juiciosa sólo con el fin de que la necesidad no fuera el motor de mis decisiones. Elegir libremente dónde y con quién quiero trabajar es mi premio y no dejaré de indignarme con las empresas, las instituciones y las personas que se aprovechan de las necesidades económica para justificar salarios injustos o sobrecarga laboral.
3. Reiteré la importancia que tiene para mí la justicia y la ética en lo laboral. Estamos en sociedades que normalizan la violencia, que te hacen creer que tú estás mal por pedir lo justo, por decir de forma directa lo que mereces y lo que se debe mejorar.
4. No todo se vale, los intereses egoicos y económicos no pueden ser la prioridad. Debemos trabajar incansablemente por devolver el alma a la Academia (de ahí el origen de Almademia) y a los entornos laborales. Por eso hablo de amor y de prevención de violencias, para desnormalizar esas prácticas injustas que nos llevan a tener relaciones maltratantes tanto en lo personal como en lo laboral.
5. Ser yo misma y valorarme no es egoísta, es el principio básico para iniciar relaciones personales y laborales justas. Se vale ser yo misma y se vale ser real (franca, directa, sensible, empática, etc.).
Y ahora se preguntarán ¿por qué si Almademia habla de amor y desarrollo personal menciona lo laboral? y la razón precisamente es esa, se cree que lo laboral es independiente de lo personal, que el mundo privado y el público son dos caras de una moneda que nunca se juntan, nunca se ven, son opuestas y no deben mezclarse. También se cree que el amor es exclusivo de las relaciones de pareja, que hablar de amor en lo laboral es raro y no está relacionado. Yo creo firmemente que es todo lo contrario, recordando a Bell Hooks y su texto en el que define el amor (puedes escucharlo aquí ) que señala que «cuando amamos expresamos abierta y honestamente cuidado, afecto, responsabilidad, respeto, compromiso y confianza» (Virginia Villaplana Ruíz traduciendo a Bell Hooks) considero que justamente esto es lo que necesitamos fortalecer y generar en los entornos laborales.
Precisamente en los entornos laborales injustos es en donde más se nos pide tomar distancia de lo que somos realmente, se exige disciplina, seriedad, un lenguaje formal, no mostrar mucho la sensibilidad (a menos que esta sirva para vender), compartir tus hobbies o tus problemas por fuera de ese ambiente, una vestimenta particular (ya sé que no en todos los entornos laborales es así, hablo de empresas e instituciones promedio). En muchos casos esto nos condena a vivir una doble vida, en la casa somos de una forma y en el trabajo de otra o incluso conozco personas que «venden su alma al diablo», trabajan en entornos incompatibles con sus valores o ven prácticas injustas y no hacen nada, se quedan como testigos o incluso como perpetradores de maltratos laborales porque se prioriza tener una posición, ganar dinero o quedar bien. Por eso es que retomando una de las conclusiones que señalé antes, tenemos mucho que hacer por devolverle el alma a la academia y al trabajo, que podamos ser quienes somos, y que podamos vivir el amor consciente, esa fuerza que integra la mente, la emoción, el cuerpo y la acción con el fin de sentirnos bien con quienes somos y con quienes nos relacionamos.
Aquí también es importante retomar el tema de cómo se reduce nuestra capacidad de elegir(nos) cuando dependemos económicamente de alguien o algo. Esta mirada tiene muchas aristas, pero lo que quiero destacar aquí es que el amor, la justicia y la libertad van de la mano. Entornos donde prevalece la inequidad económica generan que las personas tengan que aceptar estar dónde no desean e ir en contra de sí mismas. Por eso, cuando instituciones, empresas o personas a sabiendas de esto se aprovechan, la indignación se activa. Debemos visibilizar la empatía como práctica necesaria para evitar que esto ocurra. Espero que a alguien le resuenen estas ideas y por lo menos nos preguntemos si nos estamos permitiendo ser quienes somos y estar con personas y en entornos que lo permiten, en los que el amor, la justicia y la libertad son compatibles.
¡Abrazos desde el Alma!
*Posdata: Puedes escuchar esta publicación en nuestro podcast ¡Hablemos de Amor (Consciente)! disponible aquí.
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